lunes, 29 de enero de 2018

Crónica: Alta Extremadura

Salimos de Salamanca con una niebla de esas típicas de enero y temíamos que en el norte de Extremadura estuviera igual, pero al trasponer el Puerto de Vallejera comprobamos que por tierras extremeñas el sol lucía esplendoroso y la temperatura iba a ser casi de primavera.

La subida en autobús, desde la autovía de la Plata a Cabezabellosa, nos iba descubriendo en cada curva la inmensidad de la llanura de encinas y robles de las tierras de Granadilla y el perfil suave y azul de las sierras de Francia y Gata. El pueblo está al abrigo de los Montes de Tras la Sierra, a unos 850 metros de altitud, en la divisoria de aguas entre el Jerte y el Ambroz.

Un café y un cacho de bizcocho o unos churros en el bar de la entrada nos entonó el cuerpo para empezar a caminar por los callejones que salen del pueblo entre viejos robles, algunas manchas de castaños y los cerezos que empiezan cultivarse ya al amparo de su cercanía con el Valle del Jerte.

El camino es una pista de tierra o cemento muy utilizada por los ganaderos del pueblo para atender el ganado con sus furgonetas. A partir del desvío a la izquierda hacia el Roble Romanejo empieza el descenso hacia el Valle del Jerte sin perder de vista las laderas y la llanura de la cuenca del Ambroz a la derecha.


En el cruce del Puerto de San Gamello, el camino de enfrente se dirige a Plasencia por el Santuario de la Virgen del Puerto y el de la izquierda baja por la Cañada Real de San Polo que viene de Plasencia y atraviesa la sierra, para enlazar con la Soriana Occidental y la de la Plata en las llanuras de Granadilla y Aldeanueva del Camino, antes de enfrentarse a la barrera montañosa de la Sierra de Béjar.

Según se baja, el paisaje de robles y castaños va desapareciendo y empiezan las encinas, las retamas y los grandes bloques de granito. Hay que ir abriendo y cerrando cancelas ganaderas hasta la hora de reponer fuerzas a media mañana, muy cerca ya de las orillas de la presa de Plasencia.


La cañada de merinas serpentea por las orillas del embalse cruzando arroyos secos, explotaciones ganaderas de vacuno avileño, caballos, marranos ibéricos... hasta llegar a unos restos del antiguo acueducto que abastecía de agua a la ciudad.

Llegamos a los merenderos del embalse donde comemos los bocadillos, mezclados con algunos grupos de domingueros con el coche al lado de las mesas, o al mismo borde del agua, para no andar mucho.


Desde la base de la presa tomamos un camino de cemento que bordea el Río Jerte durante cuatro kilómetros, hasta el Parque urbano de la Isla. El recorrido libre por la ciudad monumental de Plasencia puede formar parte también de la ruta senderista. Deambular por las calles contemplando los palacios, iglesias, las catedrales... un café en las terrazas de la Plaza Mayor o en las cafetería del Parador es un extraordinario final para una caminata de casi 20 kilómetros muy cómodos y agradables.


Crónica y track de la ruta por José Mª Sánchez.

Fotografías de Ángel HernándezFrancisco Labrado, José Luis García, Alberto Hernández y José Luis de las Heras.

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