lunes, 11 de diciembre de 2017

Crónica: Pino de Oro


Iniciamos nuestro camino a las 8:00 desde el lugar habitual. Con el sol iluminando ya los campos de pan y de escarcha, nos vamos despertando con el runrún de la ruta: hablan de cañones, de ríos, de barcas y de puentes, de incendios, de oro, de romanos y de cómo conseguían extraer el apreciado y preciado metal de la zona.


Tomamos café en el bar de Rosa, el único del pueblo, e iniciamos el recorrido didáctico (ZoMIPO). Vemos in situ: Cortas (Carretas, Llago de Mozas), Trincheras (Los Monticos) y Sondeos (Sepulcro del Moro), que son las tres categorías de los trabajos de extracción realizados en la zona, diferenciadas entre sí en función de su tamaño.


A lo largo del camino encontramos muchas cazoletas, curiosos orificios para el molido manual, en sus distintas formas: circulares y rectangulares. Así como otros orificios practicados en la roca para otros menesteres como almacenaje o resguardo de los trabajadores mientras trituraban el mineral.


Con la lección aprendida, nos dirigimos a avistar nuestro querido Duero por un sendero paralelo al Arroyo de Pozancos que nos llevará a intuir un castro prerromano, las ruinas de una ermita...; hasta que se nos muestra el hito de la ingeniería española del siglo XX: Puente de Requejo, preciosa estructura con arco biarticulado construido en acero y que sirvió desde su inauguración (15 de septiembre de 1914) para comunicar las comarcas de Alista y Sayago.


Con la pena de no tener tiempo para atravesarlo, volvemos a Pino. Tras la cerveza de rigor, con el frío "pisándonos los talones", subimos al autocar y a casita en busca del calor del hogar.


Fotografías de Tina de la Torre y Elena Martínez.

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