lunes, 21 de noviembre de 2016

Crónica: Sierra de Guadarrama

Otra mañana con el madrugón de domingo, si queremos disfrutar de la montaña.

Las siete y casi preparados para salir, todavía hay una ausencia y esperamos.
¿Esperamos? No, porque Ángel, el chófer, comenta que si éramos 32 convendría llevar otro autocar con esas plazas para no tener problemas de maniobra en La Pedriza.

Total que vamos a las cocheras y realizamos el cambio de autocar, eso sí, respetando los asientos ya ocupados ¡faltaría más!... las 7:30. Bueno, un poco más encogidos y ya con el senderista 33 montado, iniciamos la marcha hasta el área de descanso de Las Chimeneas... todavía me resuenan esos comentarios relativos a los precios...


Un sueñecito más y ya estamos a las puertas del parque, donde nos esperaba la sobrina de José María que también nos había acompañado en las previas. Nueva espera para recoger el pase... y, por fin en Quebrantaherraduras, damos inicio a la marcha, casi a las 11 de la mañana.

No quedaba más remedio que subir esa suave pendiente hasta el collado del terrizo.
Una pista y otra... hasta ese cortafuegos que nos mete de lleno en un ascenso constante y sin respiro, la oruga multicolor va serpenteando por las zetas del sendero hasta salir al Collado de las Loberas y... oh, vaya vistas...

Nuevo tramo de subida, hasta el Collado del Porrón con sus excepcionales vistas a la espalda, flash, flash... más recuerdos; incluso de las torres de Madrid (míralas, míralas, míralas, míralas... que diría Ana Belén)

Reagrupamiento, con esa típica parada de "macho ibérico", y a continuar por la pendiente entre escalones y gradas rocosas... aquí cada uno se tomaba el aliento que necesitaba, porque el final de la subidita iba pesando ya en las mochilas.

Nuevo agrupamiento mientras bordeamos la Maliciosa Baja. Allí un numeroso grupo de ejemplares caprinos nos observa, seguro que preguntándose que "ónde iríamos".

Pues por dónde íbamos a ir, por ese camino en pronunciado descenso, hasta el Collado de las Vacas, desde donde podíamos ver La Maliciosa, pero no la Bola del Mundo, que estaba ocupada por nubes. Debajo, y que no veíamos, estaban los primeros recorridos del Río Manzanares.

Continuamos bajando por la senda hacia el collado de los Pastores. Fue el momento para desenfundar el bocadillo y darle un aire a la bota de vino. Tiempo para pasear los ojos por la garganta del Río Manzanares y ver cómo se desgaja la Pedriza de la Cuerda Larga. Allí dejamos los cuatro paneles lo explican todo, y también a algún que otro ciclista.

La bajada, prevista entre caminos de pinos, se tornó en un "baja como puedas" por una ladera escarpada. Agreste descenso pronunciado, que fue motivo de algunos comentarios y de sacudidas de polvo en las culeras... bueno despacito como lo hicimos todo quedó en anécdota.

La última parte del recorrido, gracias a "esa bajada", fue por la verde llanura del valle siguiendo una antigua carretera, que sin dificultades nos llevó hasta el aparcamiento de Cantocochinos.

Tiempo justo para cambiarnos de botas y saborear una estimulante birra.

El camino de regreso, ¡mira tú que dura este viaje!, fue sin incidencias y a las 8:30 ya estábamos dispersándonos, cansados y con la retina cargada de panorámicas y vistas.



Fotografías de José Luis García.

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