lunes, 26 de septiembre de 2016

Crónica: Camino Schmidt

“Muy bonita”, “preciosa”, “espectacular”, “perfecta”, “redonda”, “diferente”, “relajante”, fueron algunos de los calificativos que más se repetían entre los senderistas que nos acompañaron en la ruta programada por el Club "¡Anda ya!" de Salamanca el domingo 18 de septiembre. El tiempo magnífico del que disfrutamos, las características de la zona por la que se planteó el recorrido, la actitud de los asistentes y el “buen rollo” entre todos que ya se ha convertido en una de las señas de identidad del grupo, pusieron los ingredientes para que, efectivamente, fuese una jornada estupenda.

Un poco antes de lo habitual, a las 7:30 salimos de Salamanca hacia el Puerto de Navacerrada (1860 ms.), desde donde se iniciaba la ruta y a donde llegamos aproximadamente a las 10 de la mañana. Reconfortados con un segundo desayuno, a las 10:30 nos pusimos en marcha.




Comenzamos subiendo hacia la loma de Los Cogorros y enseguida tomamos a nuestra izquierda el Camino Schmidt, que nos adentró en la umbría de Siete Picos. Con algunos claros de vez en cuando desde los que ya pudimos empezar a contemplar el Valle de Valsaín, a los pocos kilómetros, después de atravesar el Arroyo Ventoso, dejamos esa senda y continuamos unos metros por la de los Cospes. Muy pronto la abandonamos también para seguir a la derecha por un camino forestal poco transitado que, en continuo descenso, nos llevó hasta la Pradera de Navalviento, uno de los pocos espacios abiertos de este recorrido, que en su mayor parte discurre por zona arbolada, entre los famosos pinos de Valsaín. Continuamos luego hasta la pradera de Navalazor, donde hicimos una breve parada a mediodía para contemplar desde su mirador natural las vistas espectaculares del Valle de Valsaín y la sierra circundante.


Siempre bajando, acabamos enlazando con un tramo asfaltado del GR-10.1, a la altura de la unión del Arroyo Minguete con el Arroyo Telégrafo, y muy pronto nos encontramos con el Río Eresma, en el punto en el que se situaba la llamada Casa de la Pesca, de la que hoy día no queda ningún vestigio. A partir de ahí, arranque de la Senda Real de las Pesquerías (ordenada construir por Carlos III hacia 1769 a la orilla del río Eresma para comunicar el palacio de La Granja con esa edificación), continuamos por este camino hasta la zona recreativa de la Boca del Asno, donde hicimos parada para comer.


Y desde ese punto ya no nos apartamos de la Senda de las Pesquerías, siempre acompañados por el grato murmullo del Río Eresma a nuestra derecha, hasta el momento final del recorrido, cuando, tras cruzar un puente y pasar a la otra margen del cauce, llegamos finalmente a La Granja (esta vez entre robles). La puntualidad de todos y el buen ajuste de los tiempos nos permitió disfrutar de una hora de tiempo libre para dedicarlo a recorrer los jardines del palacio, las terrazas, los bares de la zona o lo que cada uno quiso.

En definitiva, un día francamente agradable y una ruta preciosa y muy recomendable. Para redondearlo, las temidas moscas no hicieron acto de presencia. Buen inicio de la temporada.



Para quien quiera más información, ofrecemos aquí la que no se pudo oír en el autobús por la falta de micrófono.

Fotografías de Alberto Hernández y José Luis García.

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