En las marchas todo el mundo se comportó bien (excepto la guía de cola, que en algún momento perdió la compostura, por lo que pide perdón) y cada una, dentro de sus posibilidades, hizo todo lo que pudo en un ambiente de colaboración y armonía.
Los paisajes -espectaculares- nos sorprendieron aún hasta a las que ya los conocíamos. Aunque Peña Santa de Castilla se hizo desear, asomaba de vez en cuando entre las nubes, pero nunca completa. Disfrutamos de los caminos, llenos de hojas caídas del otoño anterior y en algunos tramos, de barro, del que no disfrutamos tanto ya que provocó varias caídas, pero sin consecuencias, del verdor en las majadas (Jatavierna, Vegabaño, Toneyu, Sabugo...), de la nieve, que aún quedaba en el Collado del Frade y ayudó a limpiarnos las botas, del agua de los ríos Dobra, Sella, Cares, Toneyo, La Medoria, riega de Salambre; del aire limpio, los olores de las flores, del concierto en D major RV 92, interpretado por los pájaros. En fin, que todo invitaba a quedarse más tiempo allí.
Y por supuesto, también disfrutamos de la cena que nos esperaba a la llegada, en calorías muy superior a las que gastamos en las rutas, precio incluido, así que, seguro que alguno/a se vino con algún kilo de más, y como no, de la sidra, escanciada por alguna y alguno de los nuestros con mucha gracia y habilidad.
No podemos dejar de mencionar a Ángel, el conductor del autobús, que con su pericia y buena disposición para todo, pudo superar algunas dificultades que parecían insalvables.
Fotografías de Elena Martínez y José Vicente Ledesma (desde la ermita del Pontón a Soto de Sajambre, de Soto de Sajambre a Amieva y de Soto de Sajambre a Posada de Valdeón).
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