jueves, 21 de mayo de 2015

Crónica: Gargantas del Jerte

El día comenzó fresquito en el Puerto de Tornavacas para los 52 senderistas del grupo. Afortunadamente los calores de la semana anterior no iban a repetirse, de lo contrario nos habría obligado a cambiar el recorrido.


La suave subida hasta la Garganta de San Martín, como estaba previsto, fue cómoda y no requirió demasiado esfuerzo. La sorpresa fue que al llegar a la zona de la primera parada, a mediodía, la fuente que hay allí, y que siempre lleva agua en estas fechas, estaba ¡seca!. Menos mal que seguimos una norma básica del senderismo y que es llevar siempre agua en la mochila, por si acaso. Sabia decisión, porque a partir de ese momento empezó a apretar el calor, lo que hizo que la subida al Collado de la Llana, que no es demasiado fuerte, se tornara más dura de lo que esperábamos y algunos precisaron más fuerzas de las que tenían. Pero subiendo despacio logramos llegar al collado, a partir del que ya no habría más subidas, cosa que alegró, y mucho, a más de uno/a. Desde ahí, la vista de ambas gargantas resultó espectacular. Pudimos ver el amplísimo fondo en forma de artesa de la garganta de La Serrá y su magnífico circo glaciar. Bajamos "cómodamente" por una senda bien marcada (que es de montaña y, claro, tiene piedras sueltas), y nos acercamos a la orilla del arroyo que baña el fondo de la garganta, donde paramos a comer y recuperar fuerzas. Algunos aprovecharon para refrigerar los pies en las frías aguas del arroyo, y alguna valiente se tomó un merecido baño, pues el calor ya apretaba de lo lindo.

Tras la comida, bajamos cómodamente la garganta, sin que los dos obligatorios pasos del arroyo fueran problemáticos pues el caudal del mismo no era excesivo. A pesar de todo hubo algún que otro chapuzón, siempre bienvenido por refrescante. Desde el Collado de Las Veguillas, sentados en el prado, pudimos observar una magníficas vistas del Valle del Jerte, a donde tendríamos que bajar. Sí, sí, estábamos muy arriba y ¡había que llegar allá abajo! Así, que mejor nos movemos cuanto antes...


La bajada, de 8 km, fue cómoda, aunque muy larga, y salvo un despiste debido a que la maleza había tapado totalmente el camino, llegamos fácilmente a Tornavacas atravesando por la zona de cerezos, ya cargados de fruta madura, la cual pudimos catar. En el pueblo, pasamos por la casa en la que pernoctó Carlos V en su viaje a Yuste.

Como la bajada se hizo demasiado larga para algunos, llegamos algo tarde a Tornavacas y no pudimos disfrutar del tradicional café/chocolate/cerveza y debimos partir para Salamanca, aunque algunos pudimos comprar las sabrosísimas cerezas del Jerte. Un buen premio para una jornada calurosa, pero disfrutona y que nos ha permitido visitar una zona muy poco conocida de la Sierra de Gredos, en concreto, la Sierra de Tormantos.


Lo curioso es que, a pesar de es una zona en la que hay una abundante cabaña de cabras montesas y numerosas especies distintas de aves rapaces, ni vimos cabras ni avistamos rapaces. Quizás ellas huyeron del calor. Sólo al final, antes de llegar a la zona de cerezos, y entre robles, pudimos avistar un enorme buitre leonado. A lo mejor había observado que alguno de nosotros estaba algo perjudicado/a y quería merendar... Pero la cosa es que fue la única fauna autóctona que pudimos ver.

Gracias a todos por vuestro esfuerzo y colaboración. Espero que recordéis con agrado esta ruta tan bonita y variada.

Por cierto, desde el Collado de La Llana se puede subir a las cumbres del circo de la Serrá,... por si algún valiente se anima y tiene fuerzas para ello: Castilfrío, Las Azagallas, etc. Desde allí hay unas magníficas vistas. Eso sí, cuando no haga tanto calor.


Fotografías de Alberto Hernández y Francisco Labrado.

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