miércoles, 18 de marzo de 2015

Crónica: de Peñaparda a Torre de Don Miguel

El día de la mujer trabajadora estaba encargado desde el inicio de temporada con tiempo soleado y temperaturas primaverales. El invierno ha sido crudo, frío, ventoso, lluvioso y con algo de nieve. Unas semanas antes las guías tuvieron que soportar gélidos vientos racheados cuando preparaban la ruta entre Peñaparda y Torre de Don Miguel. El bar "El Rincón" de Peñaparda esperaba a los senderistas con la barra repleta de pinchos, churros y otros agasajos. Su dueño, afincado en el pueblo desde hace unos 20 años tras su retorno de Francia, acaba de jubilarse y ha dado el relevo a gente joven para que siga con el establecimiento. Da gusto charlar con este señor cada vez que hacemos una ruta por la zona, pues es aficionado al senderismo y a disfrutar de la naturaleza como nosotros. La Tía Gora que, con más de 110 años, todavía toca el pandero cuadrado cada cumpleaños que celebra, no nos salió a recibir por razones obvias.

Iniciamos la marcha por la vieja cañada ganadera, el cordel de merinas de Extremadura, en un estado de abandono, invadida por vegetación y matorral a punto de borrar el camino. Por eso es tan necesario trazar rutas por viejos caminos tradicionales, para volver a hacer camino al andar.

Dejamos esta calzada pecuaria y nos adentramos en el robledal del baldío Villasrubias, un bosque de robles algunos de ellos con casi un siglo de antigüedad. Pasar arroyos y ríos cristalinos volvió a dar un leve toque de aventura, cuando no de picardía entre compañeros, deseosos de ver cómo alguno o alguna metía la pata en el agua.



El borde entre Extremadura y Salamanca estaba bien marcado con cortafuegos, camino y doble alambrada. Demasiado amor por las fronteras tenemos también por nuestras tierras interiores. Sin darnos cuenta llegamos al Puerto de Castilla, uno de los empedrados mejor conservados de la Sierra de Gata, y mira que hay muchos. Con el sol de cara -que no es lo mismo que cara al sol- el sendero nos llevó a la Ermita de San Blas, uno de los lugares más plácidos que hemos tenido para comer en nuestra ya larga trayectoria andarina.

Santuario, fuentes, verdes prados, fuentes para elegir y la compañía del “chico de la ermita” son escenarios que no siempre podemos disfrutar cuando comemos en plena ruta. Luego, hasta Gata, todo fue bajar y cantar, con el espectáculo de la comarca de Gata extremeña a nuestros pies, y siempre fuentes a la vera del camino, puentes dobles de origen romano -según cuentan algunas guías turísticas, quizá para impresionar- y el saludo cordial de las señoras del lugar, al parecer iban a velar al santo patrón del lugar.



La villa de Gata, porque oiga, es villa, bien merecía una parada más larga y haberle dejado algunas perras en las tabernas del lugar. Pero el plan de las guías era inapelable y nuestra meta era otro pueblo cercano. Da gusto dejar la villa entre olivares, frutales y huertos de hortalizas, caminando sobre senderos empedrados para llegar a la plaza de Torre de Don Miguel, bello pueblo con aires serranos y entramado urbano entre judío, árabe y cristiano. Cristiano desde luego, a juzgar por la excelente cerveza extremeña, sabor a bellota cómo no, galardonada en Bélgica por su calidad.

El invierno ha sido duro, pero bien mereció la pena la espera para disfrutar de una brillante jornada de senderismo para unir, una vez más, las hermanas comarcas del Rebollar salmantino y la Sierra de Gata extremeña.

Por último las guías quieren agradecer la ayuda que ha proporcionado en esta salida, por su conocimiento del lugar, a Ángel Sánchez Corral.

Fotografías de Francisco Labrado y Alberto Hernández.

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