lunes, 28 de abril de 2014

Crónica: Arribes del Huebra

Es lo que tiene nuestra actividad al aire libre, un día pisamos nieve por la Bolla Grande y quince días después el calor provoca verdaderos estragos. Parece que los tópicos nos indican las condiciones que debe haber en cada estación del año, pero en realidad lo único que nos aseguramos son las horas de luz, la climatología es totalmente anárquica.

Centrándonos en la salida del domingo, contaros que tanto el cielo como la naturaleza nos reflejaron la temporada en la que estamos, los campos presumiendo de un verde luminoso y el sol impuso, ya digo que en exceso, su ley.

Como estupendamente nos relató José Ramón, comenzamos nuestro paseo por la penillanura de la comarca salmantina del Abadengo, topónimo heredado de la Edad Media, cuando los Templarios ejercían su poder jurisdiccional sobre esta comarca.

Desde sus lomas, comenzamos a distinguir el Alto de las Janas, que abriga a la localidad de Saucelle, separándonos de ella los valles que el río Huebra ha tenido que labrar para descender hasta el gran Duero y a los que más tarde nos acercaríamos. Más lejos aún, ya en tierras portuguesas, alcanzábamos a ver otro estupendo balcón, esta vez sobre el Duero, el de Penedo Durao y tras él el desfiladero del río Mosteiro, que hace bien poco tuvimos ocasión de recorrerlo.

Cruzamos la carretera que conduce al Puerto de La Molinera. A mí Las Arribes me recuerdan al negativo de escarpadas montañas, como si éstas estuvieran invertidas. Esta sensación se confirma en este puerto, ya que en lugar de estar en el punto más alto, se encuentra en el más bajo, cuando la carretera atraviesa el río Huebra.



Atravesado el Puente del Ojo y sus tres aliviaderos, que nos indican las tremendas crecidas que llega a soportar, nos adentramos por caminos tradicionales entre paredes de piedra, que aún no han sucumbido a las máquinas de las Concentraciones Parcelarias, pero que debido a su poco uso van siendo absorbidos por la maleza.

Llegados a este punto, nuestros guías José Ramón y Nati, contaron con el apoyo de Jacinto, presidente, además de la Asociación Amigos de Bermellar y buen conocedor de su comarca, guiándonos por sendas imposibles de recordar, no así de lo que desde ellas se contemplaba: el cañón del río Huebra. Impresionantes farallones donde les gusta anidar especialmente a los buitres y donde también el hombre buscó su protección, emplazando en lo más alto de ellos varios de los más importantes castros prerromanos de nuestra provincia.

Llegados a este punto quería resaltar la importancia de estos tramos de ríos vírgenes conservados en un estado natural. Hay que reconocer la buena labor llevada a cabo por nuestras autoridades y grandes empresas, para sacarle partido ecológico y estético a tanta destrucción que acarrea la construcción y llenado de un embalse. Nos ofrecen imágenes de éstos desembalsando agua como el triunfo del ser humano frente a la fuerza de la Naturaleza. Nos colocan miradores desde donde podemos observar cómo las aguas reflejan los dorados atardeceres... cuando en realidad lo que estamos contemplando es el cadáver de un río, ya sea el Duero y todos sus Arribes, el Tormes en Almendra, el Miño y su Ribera Sacra, o el del Luna subiendo a Pajares. La antítesis son los ríos vivos, donde el agua ruge, movía viejos molinos, los atraviesan antiquísimos puentes, las gentes viven en las poblaciones de sus orillas, los esconden canchales, peñas, chopos, fresnos o alisos... así nos ha llegado y hemos disfrutado del Huebra. Gracias Nati, José Ramón y Jacinto, habrá que repetir.

Fotografías de Francisco Labrado y Alberto Hernández.

1 comentario:

  1. Ya sabemos que ser guía de nuestras salidas requiere quebraderos de cabeza, dedicarle tiempo, etc..., pero al final reconforta saber como te lo agradecen los amigos senderistas.
    Gracias a todos y os animo a implicaros para la próxima temporada.

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