jueves, 14 de noviembre de 2013

Crónica: Valle del Jerte

Entre estaciones.

Cuando ya todos los indicios nos marcan el avance inevitable e inminente hacia el invierno, lo vivido el domingo pasado recuerda más a un sueño de primavera.

Pese a haber salido temprano, daba pereza rendirse al sueño y perderse lo que las primeras luces del día nos ofrecían. Siempre resulta agradable el paso por Béjar, pero en esta ocasión sus montes aparecieron salpicados de dorados aquí y allá, fue una grata sorpresa.

Por tierras extremeñas, los verdes nos devolvieron a la realidad de este otoño que se resiste en llegar, aunque el viento y las nubes nos acompañaron hasta el puerto de Rabanillo, frontera geográfica, que no administrativa, de la comarca de La Vera.

Según fuimos adentrándonos en las entrañas de la cuenca del Tiétar, parecía que realizábamos un viaje en el tiempo, pero no en el cronológico, si no en el estacional.

Los rojizos de los cerezos de altura, dieron paso al verde intenso de robles y praderas. Los ocres de los helechos, los cambiamos por mantos de florecillas, que tapizan de amarillo las vaguadas y praderas veratas.

Las ropas estorbaban, las gafas de sol y las cremas protectoras hicieron su aparición.

Ya que la ruta discurría entre paisajes humanizados con bancales, callejas, cabañas... no desentonó el que a la hora de comer lo hiciésemos utilizando las comodidades que la civilización nos brinda y sin que sirva de precedente, nos acomodamos en una veraniega terraza del bar de las piscinas de Gargüera. Nos acercamos al Canchal de las Estrellas, pero el sol no nos permitió ver el océano estrellado, otra vez será.

Descubrimos la Atalaya de Arroyomolinos impresionante balcón sobre el Tiétar y los Montes de Toledo, Almaraz y su energía de muerte, así como la planta solar de Tejeda de Tiétar, alimentada por un combustible infinito y limpio.

Nos recibió un precioso atardecer en las cercanías de Pasarón de la Vera que, como el resto de poblaciones, estaba engalanada con buganvillas, geranios, rosales, coleos... que sus habitantes sacan a las calles para regocijo de propios y visitantes.

Y volvimos al invierno con la contundente merienda de chocolate y buñuelos de viento, costumbre que todos los domingos de esta estación toman los habitantes de Pasarón de La Vera.

Fotografías de Alfredo Domínguez, Alberto Hernández, Antonio Luis Marcos y Vicente Martín. Recorrido.

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